Por la bailarina y maestra Radha Carman - del boletín del Kerala Dance Theatre.

El nombre de Kalamandalam Kalyanikutti Amma es sinónimo de Mohiniyattam. Dedicó su vida a reconstruir y popularizar este estilo lleno de gracia que para la primera mitad del siglo XX casi había desaparecido. Fue una de las primeras estudiantes de Mohiniyattam en Kerala Kalamandalam, el instituto de Mahavaki Vallathol. Desafortunadamente, para cuando el Mohiniyattam llegó a Kalamandalam, era casi demasiado tarde. Muchas piezas que alguna vez habían sido populares se habían perdido. Apenas un puñado de piezas eran recordadas por unos cuantos maestros ancianos de Kalamandalam. Ante la titánica tarea de recrear este arte perdido que consideraba había existido alguna vez en el Mohiniyattam, y realizando un esfuerzo considerable, Kalyanikutti Amma no sólo lo restableció sino que lo popularizó entre las jóvenes malayali de todas las castas y orígenes. A lo largo de su vida, KKA ha entrenado a centenares de estudiantes, convirtiéndolas en bailarinas consumadas de Mohiniyattam. Ente sus composiciones más populares se encuentran Varika Varika Sakhi, en Anandabhairavi ragam, y Ramasaptham, una danza que describe escenas del poema épico Ramayana, en Ragamalika. Entre las generaciones venideras, mientras perviva el Mohiniyattam, también subsistirá el nombre de KKA. Su memoria dará fuerzas y valentía a todas las bailarinas que anhelen seguir sus pasos y dedicar sus vidas a este fascinante arte. El siguiente fragmento describe algunas de sus experiencias: “Una vida dedicada a las artes está llena de dificultades. Por el arte es necesario soportar grandes dolores y sacrificios. Sin embargo, del arte se puede recibir una gran felicidad y un gran goce ………….. A la edad de veintidós años emprendí este camino, sin conocerlo, sin desearlo, incluso sin intentarlo. Un día, mientras me preparaba para un examen de sánscrito en casa de una amiga, llegó Mahakavi Vallathol (fundador de Kerala Kalamandalam). No quise dejar pasar una oportunidad tan poco común, así que resolví ir a ver por mí misma el templo de las artes, Kalamandalam. Tras de llegar a Kalamandalam, presencié una clase y pronto me olvidé de mí misma… Al darse cuenta de que el arte me había cautivado, Vallathol me invitó a estudiarlo. Temerosa de que mi hermano y mi padre se enojaran, decliné cortésmente. Vallathol esperaba que, si había chicas de familias de las clases altas que se formaran en Kalamandalam, otras chicas les seguirían. Finalmente, profundamente atraída por esta danza, decidí quedarme. Cuando mi padre se enteró, fue el caos. Mi padre me preguntó en una carta: “¿Quieres el arte o quieres tu familia?”Quiero ambos, respondí. Así fue como me convertí en la hija de Kalamandalam. Nuestra práctica de entrenamiento era pesada. Debíamos despertar a las 2:30 de la mañana. A las 3:30 teníamos que sentarnos frente a la lámpara de aceite, listas para comenzar. Primero aplicábamos a los ojos mantequilla clarificada derretida y comenzábamos a practicar los movimientos oculares. A partir de las 4:30 hacíamos ejercicios para las cejas, los párpados, las mejillas y el cuello. A partir de las 5:30 realizábamos ejercicios corporales difíciles, que incluían giros y flexiones. Las primeras dos semanas el dolor era insoportable; yo no podía caminar ni mover mis miembros. Después todo fue cambiando lentamente. O. Kalyani Amma fue la primera instructora en Kalamandalam. Después vino Madhavi Amma. El Gurú Krishna Paniker arribó un año más tarde; fue Gurú tanto de Madhavi Amma como de Kalyani Amma. Si bien era un maestro con una disposición seria, era sincero, encantador y dedicado al servicio del arte. Todos nosotros lo teníamos en muy alta estima. Durante los intervalos entre clases, el Gurú Krishna Paniker nos contaba la historia tradicional del Mohiniyattam. Esto me dio oportunidad de obtener información auténtica sobre esta antigua forma de arte. Dejé Kalamandalam en 1941. Posteriormente, en 1952, mi esposo y yo iniciamos una academia de danza en Alwaye, llamada “Kerala Kalalayam”. Si bien el propósito principal de establecer esta institución fue promover las danzas clásicas del Sur de la India, especialmente el Mohiniyattam, no tuvimos estudiantes que quisieran aprender este estilo de danza, y tuve que darme por satisfecha con enseñárselo a mis propias hijas, Sreedevi y Kaladevi. Creo que esto se debió sobre todo a que la gente tenía un concepto erróneo del Mohiniyatam. Algunas veces se había malentendido esta forma de arte sagrado. Extrañamente, teníamos a 56 chicas estudiando en Kalalayam, pero invariablemente todas ellas querían aprender sólo piezas de danza folklórica. Con frecuencia yo incluía dos o tres piezas de Mohiniyattam sin identificar el estilo. Encontré que en ocasiones al público, en especial al constituido por miembros de la élite, le agradaban mucho más estas piezas que las folklóricas, y esto me dio confianza y ánimo. En 1952 fui a ver a mi viejo benefactor, Mahakavi Vallathol. Si bien su muerte estaba cercana, este gran poeta nunca perdió su característica alegría, ingenio y sentido del humor. Sabía muy bien por qué estaba yo derramando lágrimas, pero sin retirar mis manos de sus pies, me dijo, con una sonrisa natural: “El médico dice que debo seguir adelante con eso. Eso significa mis gastos para el viaje postrero a la eternidad”. Seguía sonriendo, pero yo no podía contener mis lágrimas. Me tomó de la mano con gran afecto y continuó: “Tengo que decirte algo en particular: he logrado conquistar una gran posición para el Kathakali, pero no pude hacer gran cosa por el Mohiniyattam. Deposito sobre tus hombros este deber.” Las palabras del poeta realmente me atemorizaron, y respondí: “Puesto que sé tan poco, ¿cómo puedo lograrlo? No soy capaz.” El poeta me dio seguridad al decirme: “Eres la única persona capaz de hacerlo. Alguna vez el Mohiniyattam tuvo una variedad rica. Muchas piezas se han perdido. Tú debes intentar restaurarlas todas. ¡Inténtalo! Estoy seguro de que lo lograrás.” Mi silencio fue en verdad una promesa ante este hombre moribundo, y desde entonces he hecho mi mejor esfuerzo por estar a la altura de esa promesa. Las bendiciones del poeta siguen siendo una gran fuente de inspiración para mí. Hoy me alegra decir que hemos podido descubrir y restaurar varias piezas del Mohiniyattam, tales como Ramasaptam, Swarasaptam, Slokam y Ashtapathi Attam, que habían estado perdidas por más de 120 años. Todas estas piezas han sido coreografiadas de manera sistemática y se les ha puesto música carnática, y mis discípulas las presentan casi todos los días en muchas localidades de Kerala.”